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Nuestra piel es un órgano sensitivo. A través de él sentimos picor, dolor, frío, calor, … Es la primera capa de nuestro cuerpo y por ello tiene una función importante frente a las amenazas del exterior.

Repasemos,en concreto, cómo reacciona nuestra piel frente a los cambios de temperatura.

Nuestro cuerpo necesita mantener una temperatura más o menos constante en su interior (entre 35,8 y 37,2 ºC). Sentimos calor o frío a través de las terminaciones nerviosas que llegan a la dermis, la segunda capa de nuestra piel (recordamos: epidermis es la capa superior, dermis está debajo y la hipodermis es la capa inferior). Estas terminaciones nerviosas son los sensores que envían la información al hipotálamo, la región del cerebro que regula esta función. El hipotálamo entonces, ordena a los vasos sanguíneos que se dilaten o se contraigan según sentamos calor o frío.

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Si tenemos calor, el cerebro ordenará a los vasos sanguíneos de la dermis que se dilaten para que aumente el flujo de sangre y de esta forma, disipe el calor de la piel hacia el exterior.  

Pero la piel tiene otras formas para ayudar a bajar la temperatura de nuestro cuerpo; una muy importante es la sudoración. Las glándulas sudoríparas, que también se localizan en la dermis sueltan gotas de sudor a través de los poros de la piel. Cuando las gotas salen a la superficie y se evaporan, absorben calor de la piel. A través de este proceso de evaporación, el sudor enfría la piel y ésta la sangre y los tejidos, y se pueden perder hasta unas 500 calorías por litro de sudor. El problema se puede producir si la temperatura ambiente es elevada y tiene un alto grado de humedad (aprox. 32º y 60%). En estas condiciones y si estamos haciendo ejercicio y nuestro cuerpo genera mucho calor, el aire puede no ser capaz de aceptar más humedad y no podremos deshacernos de ese sudor.

Cuando sentimos frío, los procesos se invierten. Los vasos sanguíneos se contraen para reducir el flujo sanguíneo en las zonas de la piel y mantenerlo en las zonas centrales del cuerpo. De hecho, cuando el frío es realmente intenso, los vasos sanguíneos se contraen hasta tal punto que no dejan pasar el flujo de sangre hasta las células, y éstas mueren por la falta de oxígeno (congelación).

Pero además de los vasos sanguíneos y las glándulas sudoríparas, el pelo también puede actuar para mantener o desprender el calor corporal. El cuerpo humano tiene de media 5 millones de folículos pilosos (pelos) y recubren prácticamente todo nuestro cuerpo excepto las palmas de las manos y las plantas de los pies. Cuando tenemos frío, un pequeño músculo (pili) que tiene cada pelo, lo pone “de punta” generando el fenómeno de la “piel de gallina”, que atrapa el calor corporal cerca de la piel. Sin embargo, este método para regular la temperatura no parece muy eficaz en los humanos, aunque sí debe serlo para otros mamíferos y para las aves, gracias a que estos, a diferencia nuestra, tienen en general mucho pelo y pelo más grueso.